Ayer sábado acudí al cine con mi hijo Juan, adorador de imágenes, aspirante a guionista y proyecto de periodista cultural, con quien los debates cinematográficos suelen ser divertidamente apasionados aunque no siempre nuestras opiniones convergen. Vimos The Brutalist.
Se trata de una película que uno aborda con el interés de quien va a ver una obra maestra. Esto es debido a dos aspectos que pueden tener que ver con el propio márqueting cinematográfico. Por un lado, debido a su larguísima duración (unas 3 horas y media, contando incluso con un conveniente descanso a mitad) que ya predispone a pensar que se debe tratar de una cinta que merece la pena verse por el tiempo y presupuesto invertido en su realización, siendo además norteamericana. Y por otro, por las imágenes tan estéticas presentadas en los tráileres, que juegan con la voluptuosidad de la arquitectura brutalista, espiritual aunque sobrecogedora y apisonante al mismo tiempo, y por las pinceladas de escenas fuertemente emocionales de una vida atormentada y cautivadora que promete ser narrada a través de sus reconocidos protagonistas.
La película no estuvo a la altura de las expectativas pero lo justo es decir que se trata de una gran obra. Increíblemente, no se hace larga, pues mantiene el interés constante, las actuaciones son excelentes y las fases del relato se enlazan de forma natural sin que, como ocurre en otras ocasiones, sea un pastiche a trozos del cual uno piense que hubiera quitado diversas escenas. Representa muy bien lo que quiere plasmar y es especialmente en el acto final, algo discordante por el salto temporal que emplea, cuando uno cierra el círculo para deducir que el director nos está hablando de –nada menos que- una vida épica, tormentosa y entregada, contra viento y marea, a la creación artística, a la supervivencia, al amor y a la lucha por dejar un legado propio que te trascienda, dejando constancia tangible de tu visión a través del tiempo.
Mis impresiones son las siguientes:
• El filme no trata de ser fiel a una historia. El título resulta algo engañoso y por ello puede ser tal vez algo decepcionante para quien vaya a conocer en qué consiste el brutalismo, pues se trata solo de una pequeña aproximación estética, siendo un mero vehículo para narrar la historia personal de uno de los representantes de esta corriente artística. De hecho, el personaje está inspirado en una persona real de forma tan libre que el peso de la narración recae mucho más sobre unas dramáticas circunstancias personales que no ocurrieron. Así pues, la cinta ha irritado a los amantes de la Arquitectura, que pensaban que la obra aspiraba a ser un homenaje a este estilo, y no ha sido así.
• Emigración como drama: volver a la casilla de salida en la mitad de la vida. El protagonista es un húngaro de mediana edad de origen judío que llega como puede a Nueva York casi al final de la segunda guerra mundial huyendo de los nazis. Alcanza “la tierra de las oportunidades”, viéndose forzado a abandonar a su mujer atrás, con la aspiración de poder forjarse una nueva vida y traerse a su familia tan pronto como sea posible. Se trata de un arquitecto culto y moderadamente reconocido que ha de partir de cero en una tierra dura en la que nadie te regala nada. Es un intelectual sensible e idealista, pertinaz trabajador aunque con tendencia a la bohemia, que tendrá que lidiar con la dramática vida del emigrante sin dinero, lanzado a la dureza del hambre en una tierra bochornosamente desigual, que se aferra a clavos ardiendo, busca ocasionales desahogos para huir de su realidad por las sendas de la marginalidad cuando la vida se torna insoportable y que se lanza a tumba abierta cuando cree encontrar una oportunidad para prosperar aunque los riesgos resulten casi inasumibles para un ciudadano en sus cabales. Esa pulsión por vivir y abrirse paso unida al azar, siempre subestimado en nuestras vidas, hace que el peso de la narración sea la vida del personaje principal, mucho más allá de su obra o del brutalismo como modalidad artística.
• El rechazo de una sociedad que no integra. Si bien el foco de la narración está sobre la rueda de una vida que ha seguir girando para avanzar, hay una dura crítica que sobrevuela todo el tiempo, y se trata de los palos que se meten en esa rueda: la amenaza que genera quien llega nuevo a una situación consolidada. No solo hablamos de obvios desajustes culturales o religiosos, o de los lógicos aspectos jerárquicos, o del rechazo a los pobres, sino que hay algo más profundo que se va desarrollando a lo largo de la cinta. Es un afán atávico por mantener el estatus, la superioridad, el control, que se presenta a ramalazos, casi siempre soslayado. A veces se palpa en comportamientos de una sociedad áspera y refractaria, si bien se representa principalmente a través de una idea de paternalismo malentendido -y finalmente perturbado- que desafía al protagonista la mayor parte del tiempo. Él es un idealista con una fuerte base religiosa, que trata a las personas de tú a tú, como iguales, y que trata de desenvolverse con éxito en una tierra en la que el dinero lo es todo, es el fin, siendo que para él el dinero es tan solo un medio. La falta de adaptación del emigrante es un tormento silencioso que resta la paz íntima incluso cuando se alcanza el bienestar material y un entorno social aparentemente acogedor. “Tú nunca serás de aquí, jamás serás uno de nosotros”. Tal vez por ello muchos emigrantes eligen que sus restos se trasladen a su lugar de origen al morir. La película representa bien este problema de la necesidad de pertenencia no lograda, así como el carácter egoísta y retrógrado que la obstaculiza.
• Lo importante es el destino, no el camino. Este mensaje se lanza al final del metraje y resulta discordante para nuestra opulenta sociedad actual, en la que las personas nos tenemos que recordar a través de continuos aforismos de autoayuda, cuando no estoicos, que lo importante es el camino, quien nos rodea, etc. Por un lado puede entenderse como que tras una vida de enormes penurias y un camino difícilmente “saboreable” la mayor parte del tiempo, alcanzar un fin, perdurar, alcanzar la vejez, es el mayor logro que se puede lograr. Aunque si lo llevamos a una dimensión más abstracta y artística, también se da a entender que, en una vida consagrada a la creación (y al reconocimiento, pues el arte sin reconocimiento, parece siempre fracaso), toda la vida resulta un medio para alcanzar el éxito al final de tus días. La misma idea, a su vez, se proyecta sobre la cuestión judía y la idea de nación de Israel, y también tiene una lectura transversal que no puede obviarse.
Al comentar lo anterior con mi padre, él me ha recomendado ver "América América", de Elia Kazan, y espero verla próximamente; tal vez haya inspiración o rasgos comunes. Lo desconozco pero quiero hacer esta referencia por si acaso. Como conclusión, y aunque en cierto sentido y salvando las distancias me recuerda a “Pozos de ambición” (incluso elegiría esta segunda en caso de una tarde de cine), merece la pena verla.