Di que sí

Año: 2.008
Título: "Yes man"
Dirige: Peyton Reed

Duración: 104 minutos
Edad recomendada: +9
Estilo: Comedia


El protagonista es un hombre de mediana edad que vive encerrado una cómoda vida de insulsas rutinas. Desempeña un trabajo administrativo en una anodina sucursal bancaria y se encuentra estancado en el mismo puesto desde hace años. Dedica las mañanas a soportar al friki de su jefe y a navegar por internet (en los ratos que no está denegando un préstamo tras otro). Pasa las noches viendo películas solo hasta caer dormido frente al televisor. Su mujer le abandonó hace tres años y él sigue sin superar el divorció. Tampoco hace nada por cambiar, la monotonía le tiene atrapado. Sus amigos están hartos de sus tramposas excusas a la hora de hacer cualquier plan con ellos y cada vez más le echan en cara que sus destinos se están separando demasiado. Esa es su vida: del trabajo a casa y de casa al trabajo. Ensimismado, abandonado a las inercias, apático… Una mañana, al salir a almorzar fuera de su oficina, se reencuentra con un conocido al que no veía hace años. Al ponerse al día mutuamente el conocido detecta la abulia entre sus mentiras y le explica que él por el contrario lleva una vida de actividades increíbles desde que descubrió el poder del “sí”. Le entrega el folleto del predicador que le abrió los ojos y, como demostración, se pone a prueba diciendo que sí a la loca propuesta de romper de una pedrada el escaparate del banco (creemos que la canción “Y nos dieron las diez” de Sabina no influyó en esta parte del guión aunque en la banda sonora hubiera reforzado bien el mensaje). Queda muy impactado por el suceso pero se mantiene incrédulo. Sin embargo esa misma noche tiene una fuerte discusión con su mejor amigo motivada por su indiferencia hacia él. Esta crisis le produce tal impacto que incluso tiene una pesadilla y al día siguiente se decide actuar: acude a la conferencia que anuncia el folleto. Será a partir de conocer al gurú del “sí” cuando su vida dará un cambio radical. Presionado por los fervorosos seguidores se verá forzado a cerrar un pacto mediante el cual tendrá la obligación de aceptar cualquier oportunidad que le brinde la vida por absurda que pueda parecer. 


Esta divertida película podría pasar desapercibida como una comedia más de Jim Carrey. Ya conocemos sus toques descabellados, su humor a momentos soez y esas muecas presuntamente graciosas (típicas quizá de aquellos a quienes les han reído demasiado las gracias de pequeños hasta llegar a creérselo). En ese sentido no sorprende. Sin embargo, se trata de una película con un mensaje tan bien transmitido como sencillo y profundo. Y contado desde el humor de los cambios llevados al extremo. Se trata de que la idea de adoptar una actitud de negación nos aísla de nuestro entorno, nos cierra oportunidades y, con el tiempo, nos empobrece. Podrá entenderlo el niño que se niega a probar un plato nuevo y el adulto que pone excusas para evitar nuevas actividades que le sacan de la rutina (la manida “zona de confort” del contexto laboral en la que están los que suelo denominar “The working deads”). Muy recomendable. Pero, ojo, tras verla hay que actuar.


Propuestas de reflexión:
  • Cuando te proponen probar cosas nuevas y te niegas, ¿cuál suele ser el motivo (vergüenza, miedo, incomodidad...)? Seguro que tienes muchísimos argumentos pero si no conoces lo que no pruebas, ¿cómo puedes llegar a saber si te gusta o no? ¿Sabes con total certeza que eso que rechazas no será algo que te pueda supone un enorme beneficio, quizá indirecto? ¿Y si le estás diciendo que no a algo que te puede llevar a ser mejor, a conocer a alguien importante en tu vida o a progresar muchísimo? ¿Crees entonces que habría que decir a todo que sí como en la película? ¿Por qué?
  • “Más vale malo conocido que bueno por conocer” reza el útil refrán. Se trata de una postura muy conservadora pero aprendemos a lo largo de la vida que sería absurdo actuar siempre así porque, ¿todas las cosas que te proponen tienen el mismo riesgo? ¿Es lo mismo probar un plato de setas en un restaurante de tu barrio que probar un plato de setas que ha cogido un amigo en una excursión por el monte? ¿Qué ayuda a que puedas valorar adecuadamente el riesgo de las cosas? Está claro que es fundamental disponer de buena información para poder elegir bien, con menos riesgo, pero hay ocasiones en las que tenemos que elegir sin ella. Por ejemplo cuando eliges a una pareja, ¿puedes saber con seguridad que no irá mal la relación? ¿Puedes disponer de mucha información previamente? Incluso teniendo mucha información, ¿puede ocurrir que la persona cambie después? ¿Dejarías de salir con alguien que te gusta por esta incertidumbre?


  • Las personas muy dudosas o reticentes a cambiar suelen ser así por falta de seguridad en sí mismas, ¿por qué crees que es esto así? Qué piensas que les produce más rechazo, ¿el hecho en sí de equivocarse o el sufrir al considerarse incapaces de resolver el problema que se pueda generar? ¿Te parece que si tuvieras más confianza en ti mismo te atreverías a descubrir más cosas nuevas? A pesar de que pasaras quizá momentos duros, ¿crees que esa seguridad en tu capacidad de solventar dificultades te brindaría más oportunidades en la vida? ¿Mejoraría el concepto que tienes de ti? ¿Crees que mejoraría la imagen que los demás tienen de ti? ¿Cómo se te ocurre que puedes desarrollar tu fuerza interior y tus recursos personales? Todo se aprende practicando, ¿deberías quizá ponerte más veces a prueba con decisiones algo más arriesgadas de lo que estás acostumbrado?
  • El psicoanalista Carl Jung sentenció: “Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma” (porque nos obliga a cambiar para adaptarnos). El “no” tiene muchas formas, y todas ellas son comodísimas. En ocasiones es la justificación por una mala experiencia a la que damos excesiva importancia (“pues a mi de pequeño me ocurrió una cosa...”). Otras veces es una generalización que convertimos en prejuicio (“conocí a un vasco en vacaciones… y es que todos los vascos hacen...”). También la excusas continuas (“lo siento, es que soy demasiado mayor para...”). Si siempre eliges las decisiones que no te sacan de la comodidad, ¿será tu vida fácil? ¿Será predecible? ¿Será por ello siempre agradable? ¿Estarás preparado para los cambios repentinos que a veces nos depara el destino? Con el paso del tiempo, ¿no surgirá quizá la rutina y la volverá insulsa? ¿Puede esa rutina convertirse en una trampa de comodidad de la que no seas capaz de salir por tu miedo a la hora de cambiar? ¿Has oído hablar de las “jaulas de oro”?


  • Con el paso de los años, probablemente muchos y aburridos, ¿no piensas que quizá te lamentes de no haber aprendido o evolucionado más? Si te dijeran que te queda un año de vida y vas a gozar de buena salud hasta entonces, ¿aprovecharía para hacer cosas que no hubieras hecho antes o continuarías con las mismas rutinas? De qué crees que nos lamentamos más con el tiempo, ¿de lo que hemos hecho (y ha salido mal) o de lo que no hemos hecho y nos hubiera gustado probar? ¿Por qué?
  • Las mismas actividades, los mismos sitios, las mismas conversaciones… ¿no crees que la forma de ver la vida se limita mucho? Hay gente aburrida que se justifica diciendo que es importante la constancia pero, ¿crees que es lo mismo tener constancia que ser rutinario? ¿Dónde reside la diferencia? ¿Qué se logra con cada cosa? Y, ¿cómo afectan las tradiciones? ¿Son algo cultural que siempre deberíamos mantener o pueden llegar suponernos una esclavitud? ¿Es conveniente flexibilizarlas o mantener siempre su pureza?




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